Cuando la salud es tendencia
Noticia -18/05/2016
Por Antonella Ruggiero Sansone.
Haced la prueba: decidle a vuestras abuelas o madres que no es mala idea comer tomate en invierno o espárragos en otoño. No hará falta que nos enviéis sus reacciones, tanto menos su perpleja mirada, seguida de un sonoro “¿cómo?”. Para ellas es una obviedad, no un estilo, hablar de temporalidad, estacionalidad, nutrición, salud y alimentación. Quizá entre ellas y nosotros haya solo una (gran) diferencia: el sentido común.
El panorama es poco alentador: la Organización Mundial de la Salud vaticina una epidemia de obesidad en España en 2030 y en 2025 habrá 77 millones de niños con sobrepeso. ¿Necesitamos más datos? La mayoría de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad se cobran más vidas de personas que la desnutrición.
Son datos que desaniman (o no), porque ya se está produciendo el cambio de rumbo, estamos trazando una nueva ruta y volviendo al origen. Lo supimos en diciembre de 2015, lo ratificamos el pasado mes de enero y ahora, casi a mitad de 2016, nos hemos dado cuenta (más, si cabe) de que este sería ESE AÑO.
Doce meses de transformación; de conciencia; de un “nuevo orden gastronómico” del que hablan Julia Pérez y José Carlos Capel, académicos de Número de la Real Academia de Gastronomía, “en el que cobran fuerza los sabores nítidos pero delicados de las hortalizas frescas, sus suaves aromas y sus texturas dispares”.
Alimentos que no llevan capa, pero son super
Esta es también la era de los superalimentos (superfoods, in perfect English) que llegan para complementar y cicatrizar carencias. Aparecen el baobab (el fruto de los árboles de El Principito); el ajo negro (que no está malo, solo fermentado); el açaí (desde la Amazonía, con su espectacular efecto energizante); la quinua (el alimento que ha viajado desde el altiplano hasta la NASA) o la moringa oleifera (conocida y consumida en latitudes tropicales y subtropicales).
Los añadimos a zumos (impresionantes, variados y vigorizantes batidos) e infusiones, dejamos que entren en nuestra despensa e innovamos con ellos, pero de nuevo tienen muy poco. De hecho, como explica la nutricionista Carla Zaplana: “No son una invención del mundo moderno, porque ya fueron fuente de poder y curación de muchas civilizaciones antiguas”.
Almudena Villegas, académica de Número de la Real Academia de Gastronomía, historiadora, especialista en nutrición y autora del libro Smart Food, nos cuenta que los superalimentos han existido siempre, “porque hay alimentos que tienen un potencial bárbaro y que son auténticos concentrados de vitaminas”.
Villegas asegura que debemos ser cautos y responsables, hoy más que nunca, porque hay un fenómeno “peligroso” con el que debemos lidiar: las modas, que podrían hacer que nos apasionáramos “por alimentos que no siempre están en las condiciones en las que deberían”.
Hoy haremos zoom a la moringa, planta en la que la comunidad científica ha encontrado un alto poder antioxidante, antiinflamatorio, antimicrobiano y anticancerígeno. Además, contiene 15 minerales, 19 aminoácidos y un 25 % de proteína vegetal completa, escribe Rafael Ansón, presidente de la Real Academia de Gastronomía y de la Iberoamericana, mientras subraya que se le conoce como “el árbol de la vida” porque sus hojas contienen nutrientes en la proporción idónea para el ser humano.
Podemos tomarla en hojas infusionada en agua (el nombre guaraní yguá hace referencia a “beber agua con hierbas”). También en polvo en zumoterapia o en una receta con 3 soles Repsol y 2 estrellas Michelin: la crema de los deseos de María Marte, jefa de cocina de El Club Allard.
Haced la prueba: decidle a vuestras abuelas o madres que no es mala idea comer tomate en invierno o espárragos en otoño. No hará falta que nos enviéis sus reacciones, tanto menos su perpleja mirada, seguida de un sonoro “¿cómo?”. Para ellas es una obviedad, no un estilo, hablar de temporalidad, estacionalidad, nutrición, salud y alimentación. Quizá entre ellas y nosotros haya solo una (gran) diferencia: el sentido común.
El panorama es poco alentador: la Organización Mundial de la Salud vaticina una epidemia de obesidad en España en 2030 y en 2025 habrá 77 millones de niños con sobrepeso. ¿Necesitamos más datos? La mayoría de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad se cobran más vidas de personas que la desnutrición.
Son datos que desaniman (o no), porque ya se está produciendo el cambio de rumbo, estamos trazando una nueva ruta y volviendo al origen. Lo supimos en diciembre de 2015, lo ratificamos el pasado mes de enero y ahora, casi a mitad de 2016, nos hemos dado cuenta (más, si cabe) de que este sería ESE AÑO.
Doce meses de transformación; de conciencia; de un “nuevo orden gastronómico” del que hablan Julia Pérez y José Carlos Capel, académicos de Número de la Real Academia de Gastronomía, “en el que cobran fuerza los sabores nítidos pero delicados de las hortalizas frescas, sus suaves aromas y sus texturas dispares”.
Alimentos que no llevan capa, pero son super
Esta es también la era de los superalimentos (superfoods, in perfect English) que llegan para complementar y cicatrizar carencias. Aparecen el baobab (el fruto de los árboles de El Principito); el ajo negro (que no está malo, solo fermentado); el açaí (desde la Amazonía, con su espectacular efecto energizante); la quinua (el alimento que ha viajado desde el altiplano hasta la NASA) o la moringa oleifera (conocida y consumida en latitudes tropicales y subtropicales).
Los añadimos a zumos (impresionantes, variados y vigorizantes batidos) e infusiones, dejamos que entren en nuestra despensa e innovamos con ellos, pero de nuevo tienen muy poco. De hecho, como explica la nutricionista Carla Zaplana: “No son una invención del mundo moderno, porque ya fueron fuente de poder y curación de muchas civilizaciones antiguas”.
Almudena Villegas, académica de Número de la Real Academia de Gastronomía, historiadora, especialista en nutrición y autora del libro Smart Food, nos cuenta que los superalimentos han existido siempre, “porque hay alimentos que tienen un potencial bárbaro y que son auténticos concentrados de vitaminas”.
Villegas asegura que debemos ser cautos y responsables, hoy más que nunca, porque hay un fenómeno “peligroso” con el que debemos lidiar: las modas, que podrían hacer que nos apasionáramos “por alimentos que no siempre están en las condiciones en las que deberían”.
Hoy haremos zoom a la moringa, planta en la que la comunidad científica ha encontrado un alto poder antioxidante, antiinflamatorio, antimicrobiano y anticancerígeno. Además, contiene 15 minerales, 19 aminoácidos y un 25 % de proteína vegetal completa, escribe Rafael Ansón, presidente de la Real Academia de Gastronomía y de la Iberoamericana, mientras subraya que se le conoce como “el árbol de la vida” porque sus hojas contienen nutrientes en la proporción idónea para el ser humano.
Podemos tomarla en hojas infusionada en agua (el nombre guaraní yguá hace referencia a “beber agua con hierbas”). También en polvo en zumoterapia o en una receta con 3 soles Repsol y 2 estrellas Michelin: la crema de los deseos de María Marte, jefa de cocina de El Club Allard.
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