Cocina catódica
Noticia -15/11/2016
Por Teresa Garaizabal. Directora de la Asociación de Amigos de la Real Academia de Gastronomía.
El reciente fallecimiento de Elena Santonja, la popular presentadora del mítico espacio de TVE “Con las manos en la masa”, ha traído a nuestra memoria los orígenes de la actual explosión que la gastronomía vive en televisión. De aquel programa pionero nos ha quedado una inolvidable sintonía -compuesta por el grupo Vainica Doble, del que formaba parte la hermana de Elena, Carmen, e interpretado a dúo por esta y por Joaquín Sabina- y una excepcional labor divulgativa de la tradición culinaria española que han heredado muchos de los programas de cocina que hoy triunfan en las parrillas televisivas.
Desde Karlos Arguiñano hasta Chicote, pasando por el popular concurso Master Chef, los fogones se han hecho un hueco en un formato, el televisivo, que, en apariencia, no parece el más idóneo para hacer resaltar las cualidades de quienes se esmeran con ollas y sartenes al otro lado de la pantalla. Y es que contrario a lo que ocurre, por ejemplo, con los espacios musicales, en los que el espectador puede escuchar a los cantantes y juzgar por sí mismo la calidad de sus interpretaciones, los seguidores de los programas de cocina tienen vedado el sabor o los aromas que desprenden las creaciones de los chefs, y deben conformarse con lo que les transmita su vista e intuición a la hora de valorar esos platos.
Esta aparente limitación nunca ha representado un obstáculo para que los programas de cocina se ganen el favor de audiencias masivas. ¿Cómo lo han compensado? A través del poder evocador de la mirada, cómo no. Los mismos alimentos que sirven como ingredientes para las recetas ya pueden convertirse en un auténtico espectáculo y si a eso añadimos unas manos expertas moldeando la materia prima con técnicas novedosas obtendremos el bocado diez. No podremos probar el plato pero adivinaremos su olor, intuiremos cómo sabe por el modo en el que la concursante ha cortado los pimientos y los tomates y los ha rehogado en una sartén que crepita. Imaginar a qué sabe ese plato puede ser una experiencia sorprendentemente cercana a saborearlo.
El carisma de los populares showman-chefs que dirigen estos programas también contribuye al éxito de estos formatos. El humor de Arguiñano, la brusca pero noble espontaneidad de Chicote o esa particular forma de catar los platos de los concursantes de Pepe Rodríguez se ganan el corazón de la audiencia. Aunque, sobre todo, el auténtico valor diferencial reside en las habilidades pedagógicas y divulgativas de estos comunicadores con chaquetilla. Los unos y los otros están realizando un repaso exhaustivo por recetas tradicionales, nuevas técnicas e ingredientes, incidiendo, no solo en el aspecto gastronómico, sino también en el nutricional. Gracias a ellos, la cocina ha dejado de ser un territorio difícil y desconocido para muchas personas en cuya cabeza ha empezado a sonar una vocecita que les dice: “tú también puedes hacer eso”.
Por último, al tiempo que la labor divulgativa de estos espacios pone de relieve el enorme talento innovador y creativo de los grandes cocineros españoles, también ha demostrado su firme compromiso con el rico patrimonio cultural de la cocina española. Para ello no dudan en reivindicar con entusiasmo nuestras recetas más tradicionales y la materia prima autóctona, aquello que nos define como una región gastronómica de enorme diversidad. Lo acabamos de ver en el arranque de MasterChef Celebrity, en cuya primera entrega se hizo un interesante repaso por los emblemas de la cocina de Chinchón, con platos tan poco sospechosos de albergar pretensiones vanguardistas como los callos a la madrileña, el pisto manchego o las migas con chorizo.
Como diría Arguiñano, rico, rico.
El reciente fallecimiento de Elena Santonja, la popular presentadora del mítico espacio de TVE “Con las manos en la masa”, ha traído a nuestra memoria los orígenes de la actual explosión que la gastronomía vive en televisión. De aquel programa pionero nos ha quedado una inolvidable sintonía -compuesta por el grupo Vainica Doble, del que formaba parte la hermana de Elena, Carmen, e interpretado a dúo por esta y por Joaquín Sabina- y una excepcional labor divulgativa de la tradición culinaria española que han heredado muchos de los programas de cocina que hoy triunfan en las parrillas televisivas.
Desde Karlos Arguiñano hasta Chicote, pasando por el popular concurso Master Chef, los fogones se han hecho un hueco en un formato, el televisivo, que, en apariencia, no parece el más idóneo para hacer resaltar las cualidades de quienes se esmeran con ollas y sartenes al otro lado de la pantalla. Y es que contrario a lo que ocurre, por ejemplo, con los espacios musicales, en los que el espectador puede escuchar a los cantantes y juzgar por sí mismo la calidad de sus interpretaciones, los seguidores de los programas de cocina tienen vedado el sabor o los aromas que desprenden las creaciones de los chefs, y deben conformarse con lo que les transmita su vista e intuición a la hora de valorar esos platos.
Esta aparente limitación nunca ha representado un obstáculo para que los programas de cocina se ganen el favor de audiencias masivas. ¿Cómo lo han compensado? A través del poder evocador de la mirada, cómo no. Los mismos alimentos que sirven como ingredientes para las recetas ya pueden convertirse en un auténtico espectáculo y si a eso añadimos unas manos expertas moldeando la materia prima con técnicas novedosas obtendremos el bocado diez. No podremos probar el plato pero adivinaremos su olor, intuiremos cómo sabe por el modo en el que la concursante ha cortado los pimientos y los tomates y los ha rehogado en una sartén que crepita. Imaginar a qué sabe ese plato puede ser una experiencia sorprendentemente cercana a saborearlo.
El carisma de los populares showman-chefs que dirigen estos programas también contribuye al éxito de estos formatos. El humor de Arguiñano, la brusca pero noble espontaneidad de Chicote o esa particular forma de catar los platos de los concursantes de Pepe Rodríguez se ganan el corazón de la audiencia. Aunque, sobre todo, el auténtico valor diferencial reside en las habilidades pedagógicas y divulgativas de estos comunicadores con chaquetilla. Los unos y los otros están realizando un repaso exhaustivo por recetas tradicionales, nuevas técnicas e ingredientes, incidiendo, no solo en el aspecto gastronómico, sino también en el nutricional. Gracias a ellos, la cocina ha dejado de ser un territorio difícil y desconocido para muchas personas en cuya cabeza ha empezado a sonar una vocecita que les dice: “tú también puedes hacer eso”.
Por último, al tiempo que la labor divulgativa de estos espacios pone de relieve el enorme talento innovador y creativo de los grandes cocineros españoles, también ha demostrado su firme compromiso con el rico patrimonio cultural de la cocina española. Para ello no dudan en reivindicar con entusiasmo nuestras recetas más tradicionales y la materia prima autóctona, aquello que nos define como una región gastronómica de enorme diversidad. Lo acabamos de ver en el arranque de MasterChef Celebrity, en cuya primera entrega se hizo un interesante repaso por los emblemas de la cocina de Chinchón, con platos tan poco sospechosos de albergar pretensiones vanguardistas como los callos a la madrileña, el pisto manchego o las migas con chorizo.
Como diría Arguiñano, rico, rico.
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